ALGUNAS RAZONES POR LAS QUE ESCRIBO (RELATO)
Algunos amigos me predican, me aconsejan, me dicen:
—Amigo Andrés, ¿por qué cuentas cosas todos los días en algunos medios de comunicación, esfuerzo éste que no se traduce en ningún beneficio económico para ti? ¿No piensas en que muy probablemente habrá cantidad de gente a la que aburrirán tus historias? ¿Que quizás habrá también mucha gente que criticará tus escritos de un modo despiadado, incluso es posible que cruel? ¿Que asimismo habrá gente que dirá de ti que eres un inútil ignorante, egocéntrico y vanidoso? ¿No ves que te expones, a cambio de nada, a que te menosprecien, te ofendan, te ridiculicen y hasta te humillen?
A estos afectuosos y bienintencionados amigos, yo suelo responderles, comprensivo y cariñoso, porque la amistad se sostiene, entre otros imprescindibles pilares, también en especial sobre estos dos: la comprensión y el cariño.
—Mis amables y entrañables amigos, yo nací y crecí en un hogar pobre dentro del que el único entretenimiento que disfrutábamos, fuera del arduo trabajo diario que nos permitía sobrevivir, era olvidar el cansancio y las frustraciones sumadas a nuestros agotados y malnutridos cuerpos, contando cuentos. Y por medio de esos cuentos alimentábamos nuestra esperanza, nuestra fantasía y nuestra ilusión, que son nutrimentos indispensables para que subsista la salud del alma. En esos cuentos, nosotros conseguíamos la magia de poder ser todo aquello que no nos permitía serlo nuestra sórdida y paupérrima realidad económica.
Y porque la vida continúa negándome, al igual que les niega a muchísimos otros infinidad de cosas que anhelamos, que deseamos y necesitamos, yo sigo contando cuentos que no me producen, en materia de beneficios, otras cosas más que simpatía, amistad y alguna que otra sonrisa y reflexión, todo ello valiosísimo para mí.
Puede que mis relatos también provoquen algún suspiro y alguna lágrima, y es mi grande y sincero deseo que estas emociones les beneficien en algo, pues el suspiro que trae a la mente un hermoso recuerdo, o la lágrima que trae a los ojos y a la memoria un hecho conmovedor recuperado del pasado, no tiene porqué ser perjudicial sentirlos. Y de paso, incluso les ayude un poquito a amar el impagable, milagroso, don de la vida y, de paso, el enriquecedor don de la literatura.
Por todo lo expuesto aquí brevemente, yo seguiré contando cosas, cosas vividas, cosas escuchadas, cosas imaginadas, todas ellas envueltas en mis intenciones fraternales, afectuosas y amistosas. Y si algún malpensado (que existe de todo en la viña del Señor) pudiese imaginar, creer que todo lo expuesto aquí por mí, no es cierto, sincero ni sentido, le deseo que estas dudas suyas le favorezcan de alguna manera, pues a este mundo deberíamos haber venido todos para ayudarnos los unos a los otros. Yo, por mi parte, lo intento.