A SU VIDA LE FALTABA TERNURA (MICRORRELATO)


(Copyright Andrés Fornells)
Ella era una buena mujer y una buena esposa. Cuidaba, con esmero, de la casa y de su marido. Ella creía tener motivos para ser feliz. Su marido la respetaba, agradecía sus esfuerzos y desvelos para que él tuviese una existencia cómoda y satisfactoria.
Pero mientras ella creía ser feliz, su marido estaba convencido de que él no lo era. Y no era feliz porque a ella, fiel seguidora de la religión católica, hija de padres fanáticos creyentes la habían inculcado, desde muy niña, sus creencias.
Él no era feliz porque ella era una mujer reprimida que nunca empleaba con él caricias, que consideraba que el amor solo debía practicarse con fines procreativos, mientras él era agnóstico y apasionado.
Él había pensado muchas veces en abandonarla, en huir de ella, pero no era capaz de hacerlo porque le haría un daño extraordinario y ella no lo merecía debido a lo buena persona que era.
A veces cuando la necesidad de ternura sexual se le hacía insoportable, él buscaba un rincón en el jardincito de la casita adosada en la que vivían y, de espaldas a la vivienda en cuyo interior estaba ella atareada en algo (pues era muy diligente), dando gracias por los dones que recibían de parte del Todopoderoso, lloraba su infelicidad, una infelicidad irremediable porque la buena de su mujer no era merecedora de que él le causara desdicha aunque, por causa de ella, fuese él desdichado.
La bondad, en muchas ocasiones, suplanta, injustamente, los lazos afectuosos que deberían pertenecer al amor.