A POKEMON GO SE LO ENCUENTRA UNO DONDE MENOS LO ESPERA (RELATO)
Paquita Turrones era una chica ardiente en extremo, a la que su marido, Pedro Mulilla, contable de profesión y culturista de pasión no le da-ba, a pesar de su mucho músculo desarrollado, la satisfacción y disfrute amoroso que ella necesitaba. Así que, las tres noches que él asistía al gimnasio, Paquita Turrones los aprovechaba para compartir gozo camero con Baldomero Cansino, un chico que no había realizado en su vida ejercicio físico ninguna y quizás por esta razón, cuando se lo proponía, en todo aquello que le venía muy de su gusto, daba muestras de una extra-ordinaria resistencia, aguante y poderío, como le demostraba a Paquita Turrones haciéndola inmensamente feliz esas tres noches en que su marido iba al gimnasio a ponerse cachas.
Pero una de esas noches, en el gimnasio al que asistía Pedro Mulilla se produjo un cortocircuito que quemó todo el sistema eléctrico y tuvieron que cerrarlo.
Paquita Turrones que además de ligera de cascos también era muy ligera de oído, escuchó abrirse la puerta de la calle y empujando fuera de ella a Baldomero Cansino le gritó:
—¡Corre, coge tu ropa y escóndete en el armario! ¡Mi marido acaba de llegar! ¡Maldita sea, justo cuando estaba a punto de…!
—¡Qué inoportuno! —fue todo lo que se le ocurrió balbucir al que le ayudaba a cometer adulterio, mientras la obedecía rapidísimo.
Y cuando Pedro Mulilla entró en el dormitorio y vio a su mujer en el lecho, cubierta hasta el cuello con la sábana, le preguntó preocupado:
—¿Te encuentras mal, cariño, que te hallo acostada tan temprano?
—Me entró dolor de cabeza, hace un rato, pero ya se me está pasan-do gracias a las dos aspirinas que tomé.
De pronto, su marido, que andaba de finura acústica tan bien como ella, percibió un ruido procedente del armario, abrió la puerta y se encon-tró a Baldomero Cansino (que se había vestido en tiempo récord) con el móvil en sus manos) y le gritó furiosísimo:
—Pero ¿qué haces tú aquí, desgraciado?
—Cazando un Pokemon GO. Ya lo tengo y me voy.
Y aprovechando la sorpresa, del marido burlado, Baldomero Cansino se echó la primera carrera de su vida a una velocidad que, para él habría querido Usain Bolt.
Perplejo a más no poder Pedro Mulilla se volvió hacia su mujer y le preguntó, refrenando a duras penas su ira:
—¿Cómo ha entrado ése aquí?
—Me habré dejado yo la puerta abierta. Cuando me dan esos dolores de cabeza, suele fallarme la memoria —trató de justificar ella.
Pedro Mulilla escrutó con la máxima atención el rostro de su mujer viendo en él tan admirable expresión de inocencia que la creyó.
—Bueno, cuando se te pase el dolor de cabeza me llamas. Estaré viendo la televisión. Hoy tengo muchas ganas de ti.
—Ya se me ha pasado el dolor, mi vida —se ofreció ella que, con su inesperada llegada no había tenido la satisfacción que había comenzado a darle el huido.
—Eres una esposa admirable, no una esposa de ésas que con la ex-cusa del dolor de cabeza le niegan al marido el placer que necesita —elogió el cornudo.