RELACIÓN ADÚLTERA (cuarto fragmento)
Un viernes por la tarde Marta coge el AVE. La excusa que le ha dado a su marido es que la actriz de cine y televisión que quiere entrevistar le ha dado cita a las ocho de la noche, lo cual le obligará a pernoctar en la capital de España.
Luis se muestra comprensivo, disimula lo mejor que puede su contrariedad. Le traiciona, sin embargo, la profunda tristeza que reflejan sus sentimentales ojos castaños. Desde que se casaron, será la primera noche que ella pasará lejos de él.
Nada más subirse al tren de alta velocidad, Marta tiene un encuentro nada deseado. Al principio del pasillo casi choca con Paulina, una periodista conocida de antiguo; cursaron estudios juntas. Fuerza un saludo afable.
-No nos veíamos hacía meses, Marta.
-Cierto, Paulina. Desde que acudimos allá por el mes de enero a cubrir la manifestación que tuvo lugar frente a la embajada estadounidense.
-Venga, bonita. Vamos a tomar café y charlar un rato. Igual que hacíamos en los viejos tiempos.
Marta no puede rechazar la invitación. Ofendería. Mientras consumen los cafés sacan a colación el trabajo, los últimos acontecimientos políticos y algunas cosas personales. Paulina es muy curiosa. A Marta le cuesta mostrar naturalidad frente a la perspicaz mirada de su compañera de profesión. Se separa de ella en cuanto puede. Excusa: le urge escribir un artículo para el día siguiente. Han intercambiado números de teléfono móvil; se llamarán.
Llega el tren a la estación madrileña. Marta busca presurosa un taxi. No respira aliviada hasta verse dentro del vehículo, temiendo todo el tiempo que pueda aparecer Paulina proponiendo compartirlo con ella.
Igual que en todas las veces anteriores: desenfrenado galope dentro del pecho de Marta cuando pulsa el timbre del apartamento de su fogoso amante.
Aparece Roberto. Le regala su amplia e irresistible sonrisa. Brillo libidinoso en sus ojos negrísimos, seductores. Entreabierta su hambrienta boca sensual. En cuanto cierra la puerta, Marta se arroja en sus fuertes brazos. Dios, ¡cuánto ha ansiado que llegara este momento! Comienza la magia. Se desnudan el uno al otro sin dejar de prodigarse ardientes, urgentes caricias.
-¡Marta! ¡Marta! ¡Me tienes loco!
-¡Más loca me tienes tú a mí, Roberto de mi vida!
De nuevo hacen el amor de manera frenética. En la primera pausa comen caviar y champán que ha traído ella. Él, alto ejecutivo de una importante multinacional, nunca tiene nada en casa. Hace todas las comidas del día fuera.
Aprovecha Marta el momento en que él marcha al cuarto de baño para llamar a Luis. La entrevista con la actriz secundaria -que se enteró de que se halla actuando en un teatro de la capital- la ha retrasado aquélla un par de horas. Sí, es un verdadero fastidio. Terminará tarde. Volverá mañana, sin falta, a casa. Luis dice que la echa mucho de menos. Temblorosa su voz. Se siente profundamente deprimido desde lo ocurrido con el obrero. Le falta tanto su presencia, su cariño y comprensión. Consigue conmoverla. Despertar su sensibilidad afectiva. Marta le recomienda tomar un somnífero. En el estado de ánimo en que se encuentra le ayudará dormir algunas horas. Se despiden con besitos sonoros.
Roberto, que se está mostrando menos activo que otras veces, propone a Marta, cuando regresa a la cama de sábanas arrugadas, impregnadas del olor de ambos:
-Si te encuentras cansada podemos darnos un largo respiro. Descansar.
Marta lo interpreta como consideración por su parte. Responde alegre:
-Ya descansaremos cuando no nos queden más fuerzas, mi vida.
-¡Qué sexy y ardiente eres, Marta! -pondera Roberto.
Suena algo forzado su entusiasmo.
-Y tú eres un volcán inextinguible -ensalza Marta a su vez.
Viven ambos varias horas de explosiva sexualidad alternadas con otras de reposo para poder recuperar energías. En contra de lo habitual, corre a cargo de Marta la máxima actividad. Es de madrugada cuando ambos se rinden al sueño.