LA AMIGA NO TENÍA SUEGRA (MICRORRELATO)
LA AMIGA NO TENÍA SUEGRA
Dos amigas se encuentran en la calle. Una viene de una zapatería donde se ha comprado unos zapatos nuevos, y la otra de una boutique donde ha adquirido una blusa divina según su propio criterio. Deciden tomar un café y ver lo que traen. Elogian los artículos nuevos.
—Chica, que blusita tan mona.
—Pienso combinarla con mi falda azul acampanada. La que llevé para la Comunión de mi sobrino Alfonsito. Ahora te enseño los zapatos que he comprado.
Tan excitada como su amiga abre la caja y deja al descubierto el calzado recién conseguido.
—Chica, qué maravilla de zapatos —exclama admirada la otra. ¡Me encantan! Son muy parecidos a esos rojos que entrené en la boda de Lucy.
—Sí. Los recuerdo.
—¿Los has comprado para llevarlos en ese viaje de fin de semana que tenéis planeado Alberto y tú pasar en Lisboa?
El semblante de su amiga se cubre de tristeza al anunciar:
—Alberto y yo hemos roto.
—¿Por qué? — abriendo, enormes, los ojos.
—Tú sabes cuanto quiero yo a mi madre, ¿verdad?
—Cierto, la quieres más que a nadie en el mundo.
—¿Sabes que descubrí tenía Alberto en su cuarto de baño?
—¿Qué? —intrigadísima.
—Una foto de mi madre atravesada por numerosos alfiles.
—Eso puedo no significar nada.
—Sí significa, porque mi madre lleva días sufriendo dolores en los sitios donde él tenía clavados esos alfiles.
—Vaya. Que cosas. ¡Es horrible! Hiciste muy bien rompiendo con Alberto, aunque sea rico y guapísimo.
Pasaron a tratar otros asuntos. Cuando se separaron, lo primero que hizo la amiga fue llamar a Alfonso. Y se le ofreció para consolarlo de la rotura. Él aceptó. Ella llevaba muchos años huérfana. No tenía a nadie al que él pudiese clavarle alfileres en el caso de que tuviera esa caprichosa tentación.