DESAYUNO PARA DOS (MICRORRELATO)

desayuno bueno

 

 

 

 

 

 

 

 

Amadeo despertó. Giró la cabeza. Ella estaba allí, a su lado, con su cara angelical, dormida. Sintió ganas de soltar un estentóreo grito de felicidad. Unas ganas tan fuertes que hasta se tapó la boca con toda la mano para evitar lanzarlo. Por nada del mundo debía molestar a criatura tan divina. Durante varios minutos la contempló embelesado. ¡Dios, qué hermosa era, ¡Y cuánto lo quería ella! Lo quería con locura, con desesperación. Se lo había repetido varias veces mientras se amaban desenfrenadamente.
De pronto una idea repentina, genial, lo puso de inmediato en movimiento. Abandonó el lecho poniendo sumo cuidado de no despertarla. Su propósito era preparar dos suculentos desayunos y, cuando los tuviera listos, la despertaría con un beso, ella le sonreiría amorosamente y desayunarían juntos mirándose  todo el tiempo al fondo de los ojos para seguir amándose con la mirada.
Cuando él regresó al dormitorio con el desayuno para dos en lo alto de una bandeja en la que, además llevaba una rosa amarilla que había robado del jardín de su vecino, comprobó que la cama se hallaba vacía, cayendo entonces en la frustrante cuenta de que todo lo anterior lo había soñado.
Esta cruel realidad le produjo tanta frustración que se comió él los dos desayunos diciendo entre bocado y bocado, furioso:
—Ñam ñam, esto te perdiste por tonta… Ñam ñam, esto te perdiste por tonta más que tonta…
Llegó él, en su decepción y enojo hasta el extremo de que, quitándole las espinas, también se comió la rosa amarilla con tallo y todo. Esa mañana llegó tarde a la oficina porque la flor o el disgusto le causó una dolorosa diarrea.
MORALEJA: Tomar demasiado en serio los sueños suele, a menudo, ser perjudicial. Soñar que se es un león no convierte en uno de ellos al ratón.

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