LA VENUS DE MILO, UN MISTERIO SOBRE OTRO MISTERIO (SUPERSTICIONES, MISTERIOS Y MAGIA)

LA VENUS DE MILO, UN MISTERIO SOBRE OTRO MISTERIO (SUPERSTICIONES, MISTERIOS Y MAGIA)

LA VENUS DE MILO, UN MISTERIO SOBRE OTRO MISTERIO

(Copyright Andrés Fornells)
La estatua de la Venus de Milo, que debe su nombre al hecho de haber sido encontrada precisamente en la isla griega de Melos, en 1.820, mide 2.01 metros de altura, tanto como algunas grandes jugadoras de baloncesto actuales.
Esta estatua se encuentra actualmente en París, en el museo de Louvre (que alberga una de las más ricas colecciones de arte públicas del mundo, con siete departamentos: antigüedades orientales, antigüedades griegas y romanas, pintura, escultura, objetos de arte y artes gráficas), cuando fue encontrada esta estatua poseía ambos brazos, uno de ellos tenía la mano derecha levantada con una manzana dentro (Melos significa en griego precisamente eso: manzana), y con la mano izquierda se cogía la ropa.
Nunca se ha sabido el verdadero significado de estos gestos, ni qué ocurrió de verdad con los brazos de esta estatua. En alguna parte he leído que los griegos se los rompieron, furiosos porque esta extraordinaria escultura había caído en manos de los franceses. Los desveladores de enigmas, pueden empezar a trabajar en ello. Todos se lo agradeceremos extraordinariamente.
Esta estatua, de la también llamada Afrodita de Melos, se cree que fue esculpida por un tal Agesandro de Rodas entre 150 y 100 años a. C. ¡Ante usted, señor Agesandro, los amantes de la belleza femenina, nos quitamos el sombrero en señal de infinita admiración! Qué maravillosas hembras existían en su tiempo, amigo escultor, sin necesidad de recurrir ellas a la cirugía estética ni demás artificios modernos con los que consiguen nuestras féminas enmendarle la plana a la, en otros tiempos, sabia naturaleza. Tiempo el suyo en que la anorexia la conocían únicamente los prisioneros que eran sentenciados a morir de hambre. Pobrecitos, eran forzados, sin ellos quererlo, a dietas que los dejaban esqueléticos. En su caso víctimas de la maldad humana, no de la moda. En fin, la maldad humana nos viene ya de los tiempos en que Caín y Abel se estrenaron como humanos.

Aclaración mía que aclara muy poco o nada.  Este señor llamado Agesandro de Rodas, unos creen que floreció en la época de Plinio, otros que en la época de Alejandro Magno, y unos terceros lo suponen más moderno. Aparte de todas estas dudas y especulaciones sobre cuando nació Agesandro de Rodas, el resultado evidente es que fue un extraordinario escultor que nos dejó para que la admirásemos a una hermosísima señora, tan desprovista de ropa como él la vio.
¡Avtio!