CUIDADO CON LO QUE SE DICE (MISTERIO) -MICRORRELATO-

cuidado con lo que se dice
Unos niños de barrio obrero entraron a comer fruta del árbol de un huerto mal vallado. El árbol en cuestión estaba repleto de cerezas, que es lo habitual en los árboles sanos de esta especie.
De cerezas, debido a que estaban riquísimas, les salían gratis e iban famélicos, los chiquillos se dieron un brutal atracón. Después empezaron llenar sus bolsillos con más cerezas para que, cuando más tarde les entrase hambre de nuevo, comerlas.
En esta labor de aprovisionamiento se hallaban cuando apareció el tacaño dueño de aquel árbol generoso, blandiendo un enorme garrote y amenazando con que iba a moler a palos a los que calificó de ladrones.
Los chavales tenían un capitán que, además de llamarse Julito, corría como los rayos y que fue quien lanzó el grito que tan graves consecuencias tendría:
—¡Corramos chicos! ¡Que se quede cojo el último!
Los comedores de cerezas salieron disparados a la máxima velocidad que les permitió sus ágiles piernas.
El enfurecido campesino no fue capaz de atrapar a ninguno de ellos. El último de aquella veloz carrera en llegar a sitio seguro fue Marcelino, hijo tercero de un municipal apasionado metedor de multas.
Hasta aquí todo normal, pero antes de terminar aquel año Marcelino, el tercer hijo del municipal metemultas se quedó cojo y nadie supo explicarse, científicamente, cómo había podido ocurrir aquello. Sin embargo, los padres del chico que se había quedado cojo culparon de aquella desgracia a Julito, el que había lanzado el fatídico grito: “¡Que se quede cojo el último!”
Llegaron incluso a denunciarle pidiendo daños y perjuicios. Los jueces, sin meterse en posibles misterios, declararon inocente al chiquillo acusado. Éste y su familia tuvieron, finalmente, que irse del pueblo porque el rencoroso municipal les crujía a multas.
Cuando mi abuela me contó esta historia, la sentenció como acostumbraba:
—En fin, nene, cosas de pobres.
—Si, abuela: cosa de pobres —digo recordándola con todo el cariño que siempre le tuve, y que siempre será poco para el muchísimo amor que ella merecía de parte mía y de parte de otros muchos que tuvieron la infinita suerte de conocerla.

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