EL INTOLERABLE, CONTINUADO SAQUEO A LOS CONTRIBUYENTES (MICRORRELATO)

albañil 1

Tengo un amigo al que llaman, por lo gordito que está, Pepe Mantecas. Lo de Pepe le viene por la mojadura católica que le dieron en la pila bautismal, lo de Mantecas es un irrespetuoso apodo que le ha puesto gente desconsiderada, por lo bien rellenito que corporalmente está. Vamos, que cuando le tengo a mi lado manteniéndonos los dos de pie, formamos la cifra 10, pues él es el cero y yo soy el uno. El piquito del palo de este número uno, para que no se especule equivocadamente sobre ello, aclaro que es la visera de la gorra que generalmente llevo para proteger el par de neuronas vivas que todavía le quedan a mi cerebro no me las vaya a achicharrar el tórrido y risueño sol andaluz. En la gorra figura el siguiente escrito: “Familia unida, jamás será vencida”.
Aclarado esto, expongo el motivo por el cual he traído aquí, a colación, a Pepe Manteca.
Este buen hombre que, a pesar del notorio volumen de su cuerpo es uno de los mejores albañiles que conozco, me decía esta mañana mientras tomábamos el primer café del día en el bar del Tuerto:
—Quillo, estoy hasta el gorro de tanto político desvergonzado y abusón.
—No estás solo en ello —reconocí.
—Verás porque lo digo, pianista de teclados de ordenador. Fíjate en lo siguiente: Si yo no trabajo, no cobro. ¿Cierto?
—Bueno, lo mismo que ke pasa a todo el mundo —con equivocada precipitación, un servidor.
—¡No! ¡Como todo el mundo no! —muy indignado—. Ahí tienes a los políticos que se han tirado un montón de meses sin hacer ni el huevo y cobrando unos sueldazos que para nosotros los quisiéramos los sufridos contribuyentes.
—Sí, apúntame a mí entre ésos —reconocí, afirmando enérgicamente con la cabeza.
—¿Sabes a quién votaría yo en las próximas elecciones?
—Dame una idea porque me cuento entre los votantes muy decepcionados —yo siempre dispuesto a aprender del que sabe más que yo.
—Votaría al partido que prometiese que el político que no trabajara no cobrara, y que el político que se duermiera en el hemiciclo fuera despedido de por vida.
—¡Uf, lo que subirían las cifras del paro! —calculé.
Aquí cortamos nuestras confidencias, pues acababan de sentarse en la mesa vecina a la nuestra unos tipos con ristras y ropas de rebajas, pero con sendos Rolex de oro, y la prudencia nos aconsejó callarnos. Quién, en este injusto, traidor, ruin y puerco mundo no tiene miedo de ser represaliado, es un inconsciente o no ha echado cuenta de todas esas películas y de todos esos libros de historia en los que muestran a extraordinarios héroes que han sido eliminados cuel e impunemente.
—El café me sabe amargo —dijo Pepe, con segundas.
—También a mí me sabe amargo —respondí yo igualándole la intención. Echamos una mirada falta de cariño y sobrada de desconfianza a los nuevos ricos de la mesa vecina, pagamos las infusiones y nos fuimos, Pepe Mantecas a su andamio y yo a mi ordenador.

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