UNA FUTURA SUEGRA EXCESIVAMENTE ATRACTIVA (MICRORRELATO)

PAREJA ANDANDO HOY(Copyright Andrés Fornells)

Milagritos Ruano llegó a su casa llorando. Amparo, su madre, decidió, de inmediato, averiguar la causa de su aflicción, consolarla y ayudarla en lo que pudiera.
Le tomó algún tiempo conseguirlo, porque su hija hablaba entre sollozos, ahogando y desfigurando las palabras. Pero finalmente pudo averiguar qué la sucedía. El enorme disgusto de su hija lo motivaba el hecho de haber ella roto con el chico que salía, por haberle ella, en un momento de torpeza destrozado su CD favorito.
—¿Mamá, y él me gusta a morir! —gimoteó compungida la muchacha—. Mamá, ve a hablar con él y convéncele de que debe apiadarse de mí, por-que yo sin él no puedo vivir. Lo quiero con locura.
—Tranquilízate, mi niña. Déjalo de mi cuenta. Yo arreglaré este asunto vuestro. Conozco muy bien a los hombres. Conozco de qué pie cojean, y también conozco muy bien como capear sus irritabilidades y sus debilidades.
Amparo cogió el coche y se llegó hasta el inmueble donde aquel joven, al que solo había visto en un par de ocasiones, tenía un apartamentito. Muy segura de sí misma, pulsó el timbre de la puerta. Transcurridos unos segundos la puerta se abrió y ante sus admirados ojos apareció el apuesto joven que mantenía, desde algunas semanas atrás, una relación de pareja con su hija. Sufrió una especie de impacto al verle con pantaloncitos cortos y sin camisa, mostrando era poseedor de una notable y armoniosa musculatura corporal.
Su destacada belleza física le impactó hasta el punto de hacerla parpadear como si hubiese recibido un golpe de sol en los ojos. Se repuso con cierta dificultad de la agradable impresión recibida y pasó a comunicarle que venía a intermediar entre él y su hija. Que  un pequeño malentendido no era motivo suficiente  para romper una relación que era muy del agrado de su hija. Él le sonrió encantadoramente y dijo en tono afable:
—Pasa. Te invitaré a beber algo frío y hablamos. Con este gran bochorno que hace es lo que más apetece, ¿verdad?
Amparó tomó asiento en el sofá que él le había indicado. Procuró estirar su falda lo más posible, pues se le había subido hasta lo más alto de sus bien torneados muslos capturando con ello los admirados ojos de su interlocutor.
—Tengo cerveza y Coca-Cola —ofreció él.
—Un botellín de cerveza, por favor.
Él trajo dos. Le entregó uno a ella y con otro en su mano derecha quedó sentado en un sillón que les dejó a ambos frente a frente. Amparó empezó a ponerse nerviosa. Los ojos del joven desprendían caricias de fuego. Fue directo al asunto que la había traído allí. Razonó que la rotura de un CD no podía ser motivo para que él dijera a su hija que no quería verla más.
—Milagritos te traerá ese CD, nuevo, y vosotros hacéis las paces. ¿Te parece bien?
Ella habría añadido algo más, pero el movimiento negativo de la cabeza de él y su seductora sonrisa, la silenciaron.
—No he roto con tu hija por el CD. He roto con tu hija porque desde hace dos semanas, que fue la primera vez que te vi, no hago otra cosa más que pensar en ti a todas horas. Estoy locamente enamorado de ti.
La pasión con que confesó sus sentimientos, y la sinceridad que mostraba su apolíneo rostro, convencieron a la mujer de que él estaba realmente expresando lo que sentía.
—Pero esto es imposible, muchacho. Soy una mujer mayor. No puedes estar hablando en serio. Me estas gastando una broma.
Amparo, ruborizada hasta la raíz de su pelo negro como ala de cuervo, sentía que su corazón daba violentos aldabonazos como si se hubiese convertido en una campana catedralicia.
El joven abandonó su asiento. Dos pasos le dejaron delante de Amparo. Cogió sus manos en un gesto que denotaba irresistible ternura y la ayudó a ponerse de pie.
—Vamos, mujer hermosísima. No levantes barreras a nuestro amor. Leo en tus ojos que sientes por mí, lo mismo que yo siento por ti: una pasión abrasadora, irrefrenable, un deseo incontenible.
Lo siguiente fue juntar ambos sus labios en un beso arrollador, interminable. Amparo perdió la cabeza. Derrumbó todas las barreras que ella había levantado en un primer instante. Y pensó que su hija, con lo joven y bonita que era, encontraría muchos amores en su vida, mientras para ella, el amor de este joven hermoso, fuerte y apasionado, sería seguramente el último amor para ella en su ya larga viudedad, y no iba a dejarlo escapar por ninguna de las numerosas razones que su mente le estaba exponiendo.

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