EL MACHISMO Y EL FEMINISMO VIENEN DE MUY ANTIGUO (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Sólo conocí a dos de mis abuelos. Los tuve por parte de madre. Un maravilloso monumento de madre que me tocó en suerte. Perdón, esto me salió del alma, aunque nada tiene que ver con lo que pretendo contarles. Mis abuelos maternos se llamaban Rosa y Silvino. Eran dos personas tan entrañables, que me basta recordarlos para que la emoción llene de humedad mis tontorrones ojos.
Estos abuelos míos, se amaron todo lo más que un hombre y una mujer pueden amarse. Pero siendo novios hubo un pequeño incidente entre ellos que a punto estuvo de separarles para siempre. Mi abuelo Silvino tocaba la guitarra y cantaba. Poseía tan buen oído musical, que los mozos guitarreros de su pueblo acudían a él para que les afinase sus instrumentos.
En cierta ocasión, uno de ellos trajo una botella de anís y se unieron unos cuantos en la grata tarea de vaciarla. Animados por la bebida, tocaron y cantaron. En cierto momento de la reunión, mi abuelo Silvino a consecuencia del alcohol ingerido se inspiró hasta el punto de componer una canción cuyo estribillo decía así:
“Ay, Rosa, Rosa hermosa, yo soy el jardinero que te ha de cortar y a su propio jardín llevar”.
Alguna persona sembradora de cizaña le contó a mi abuela Rosa lo que decía la canción que había cantado su novio, en una conocida taberna del pueblo. No sé si a mi abuela le sentó mal que el presumiera de lo que iba a hacer con ella, o si la sentó muy mal que hubiese creado aquella copla en una reunión de hombres habida en un local público; el caso fue que cuando mi abuelo Silvino se presentó en la reja de la casa de ella, que era como se acostumbraba a cortejar en aquellos tiempos, mi abuela Rosa le dijo que no quería verle más, pues a ella no la cortaban ni él ni el hijo del rey.
Tardó meses mi abuelo Silvino en conseguir el perdón de mi abuela Rosa.
Mi abuelo Silvino murió algunos años antes que mi abuela Rosa y, hasta el último de sus días, ella ensalzó en tal medida a su difunto marido, que yo llegué a admirarlo casi tanto como le admiró ella. 

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