LA OFICINA RECOLECTORA DE LOS SUEÑOS BONITOS (MICRORRELATO)

quasimodo-1939-col-01-g

 

Llevaba más de una hora esperando en aquella cola interminable cuando el portero de magnifico traje inmaculadamente blanco y gorra entorchada y ostentosa como las de los generales de algunos países bananeros me dijo:
—El siguiente.
Entré en una oficina pequeña, aunque muy moderna, con cuadros picassianos en las paredes y un corto mostrador detrás del cual había un taquígrafo, hombre cincuentón de cabeza muy despoblada de pelo. Parecía estar agotado y aburrido. Me dirigió una mirada llena de animadversión y me dijo con aspereza:
—Aligere. Empiece usted a contarnos sus sueños bonitos, que estamos a punto de cerrar.
Y empecé a contarle. Transcurridas seis horas, estaba yo todavía en ello, tenía al taquígrafo agotado por completo y odiándome como seguramente jamás había odiado a nadie. Apareció entonces el portero (que por cierto se parecía a Charles Laughton caracterizado como Quasimodo), y, empleando conmigo muy malos modos me ladró:
—¡Basta! ¡Se acabó! Vamos a cerrar. ¡Lárguese y no aparezca nunca más por aquí porque le asesinare!
Con un hilo de voz, pues no tenía fuerzas para nada más le apoyó el taquígrafo:
—Y yo te ayudaré a terminar con él…
—Pero si no he contado ni la décima parte de los sueños bonitos que tengo.
Aquellos dos violentos empleados formaron dúo y, con un odio vesánico que yo en absoluto creía merecer, me gritaron con los puños en alto:
—¡¡Fuera!! ¡¡Y no se le ocurra volver más por aquí porque le asesinaremos después de torturarle las mismas horas que usted nos ha torturado a nosotros!
—Bueno, si alguien que esté leyendo esto tiene un poco de paciencia y tiempo, le contaré todos los sueños bonitos que tengo y no me dieron tiempo de contar aquellos impacientes y maleducados empleados de LA OFICINA RECOLECTORA DE LOS SUEÑOS BONITOS.