MI POBRE CORAZÓN HACE LO QUE PUEDE (MICRORRELATO)

saltar

 

 

 

 

 

 

 

(Copyright Andrés Fornells)

Muchas mañanas, al despertar, agudizo al máximo el oído y, aunque me cuesta, soy finalmente capaz de escuchar los latidos de mi corazón y, tiernamente agradecido, le digo:
—Gracias amigo por seguir funcionando a pesar de lo muchísimo que te he exigido siempre y te sigo exigiendo.
Y no sé si será chochez mía, pero me parece percibir como un leve aceleramiento suyo que me suena a milagroso canto a la vida. Y entonces le digo, le suplico, le ruego:
—Sigue sacrificándote un poco más por mí, querido amigo, que todavía me quedan un par de cosas importantes por hacer y, después de haberlas hecho podremos tú yo dedicarnos a descansar.
Una mañana, uno de mis hijos me escuchó decir esto, sin yo saberlo, y lo encontré llorando cuando llegué a la cocina. Y por la mirada tan triste que me dedicó supe que estaba llorando por mí. Ese día, mi cansado corazón más que latir cantó como si fuera un pájaro joven, y es que no existe nada más rejuvenecedor que el cariño de los tuyos.