EL TRAPECISTA Y PIMPINELA ROSA (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
A Joe Mendoza, el hecho de haberlo abandonado Pimpinela Rosa lo había sumido en tal estado de desesperación que, habiendo llegado a experimentar un total desprecio por su vida ordenó al director de pista, minutos antes del momento de su actuación:
—No pongas la red esta noche. Actuaré sin ella.
El aludido, teniendo en cuenta el enorme peligro que tal decisión encerraba trató de disuadirlo.
—No seas temerario, Joe. El cuádruple salto mortal lo has fallado alguna que otra vez y, una caída a la pista desde diez metros de altura a la velocidad que tú giras sería exponerte a una muerte casi segura.
Joe se le enfrentó airadamente gritándole de lo más amenazador:
—¡Si colocas la red yo no actuaré y del escándalo y de las enojadas protestas del público tendrás que responder tú, primero delante de los enfurecidos espectadores y después delante del todavía más enfurecido dueño del circo que bastante exasperado está ya porque las pobres recaudaciones que conseguimos cada día hacen menos rentable este negocio y lo tenemos al borde de la ruina!
—Vosotros sois testigos de que no voy a poner la red, porque este loco de Joe Mendoza me está obligando a ello —dijo el director de pista a Antón, el domador de leones, y a Kuko, el payaso.
Estos dos asintieron con la cabeza. Joe marchó a su camerino a cambiarse de ropa para su próxima actuación. Antón se dirigió también a su carromato a contarle a su mujer la posible desgracia que podía producirse inminentemente. Kuko, mientras hablaba por su móvil, observó por un resquicio las arriesgadas piruetas de la pareja de amazonas sobre sus monturas. De Irina, la más joven de las dos, estaba muy enamorado sin posibilidad de correspondencia.
Joe Mendoza estaba realizando unos ejercicios de calentamiento cuando recibió una llamada telefónica. Estuvo a punto de ignorarla, pues no le era conocido el número aparecido en la pequeña pantalla luminosa. Pero finalmente abrió línea.
Las palabras que escuchó, venidas desde un teléfono público motivaron que abandonase corriendo su camerino. Localizó al director de pista y le ordenó, categórico:
—¡Colocad la red! La necesito para seguir vivo.
El ordenado lo miró con alivio pensando que el trapecista había recobrado de nuevo la cordura perdida. Ignoraba que la llamada que Joe Mendoza acababa de recibir pertenecía a Pimpinela Rosa. Ella le había anunciado que regresaba con él porque no podía vivir sin su amor. Aquella noche podrían pasarla juntos en la misma cama, no sin antes regalarle ella una caja de sus bombones favoritos a Kuko, el payaso, en muestra de agradecimiento.
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