DEJA QUE TE COJA LA MANO (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Marifé Gómez tomó asiento en un banco del parque. A su lado había una mujer embarazada pendiente todo el tiempo de tres niños y una niña que jugaban a la pelota. La mujer les pedía, continuamente, que no se tirasen al suelo, que no se ensuciasen, que no se hiciesen daño, que no se diesen patadas.
Llevada de la curiosidad Marifé Gómez le preguntó:
—¿Los cuatro niños son suyos?
—Sí y otro más que viene de camino. ¡Ay, es que mi marido es tan cariñoso! —suspiró la mujer como queriendo, con esta última frase, elogiar al ausente y justificar la numerosa prole reunida por ambos.
—Parece que se casó usted muy enamorada del hombre que ahora es su marido —aventuró Marifé Gómez.
—Al principio, no mucho. Pero a los dos días de salir juntos él me pidió: “Deja que te coja la mano”.
La mujer no continuó, pues dedicó otro par de minutos a ocuparse de lo que hacían sus hijos, que era todo lo contrario a lo que ella les pedía. pues se tiraban por el suelo, se ensuciaban y se daban patadas. Como después de repetirles los mismos ruegos a aquellos cuatro revoltosos, la mujer no continuó con lo que le estaba contando, Marifé Gómez, intrigada, le recordó:
—Me estaba usted diciendo que su marido le dijo: “Deja que te coja la mano”.
—¡Ah, sí! —exteriorizando la madre múltiple una extraña carcajada—. Bueno, el que ahora es mi marido, me dijo que le dejase coger mi mano. Y yo le dejé. Después él quiso coger más cosas de mi persona, y yo le dejé. Total, que pronto seremos padres por quinta vez.
El aquel momento apareció Agustín, el novio de Marifé Gómez. La joven se despidió de su compañera de banco. Agustín, después de haber dado ellos dos algunos pasos le dijo muy cariñoso:
—Nena, deja que te coja la mano.
Marifé Gómez, asustada por todo lo escuchado a la madre múltiple que acababa de conocer, le puso una inmediata condición:
—Escucha, si tú y yo nos casamos, no vamos a tener más de dos niños. ¿De acuerdo?
—Estupendo, yo me habría conformado con tener uno solo —le dijo él, encantado apresando su mano.
A Marifé Gómez le habría gustado haberle preguntado a la compañera de banco dejada atrás, si su marido le había dado la misma respuesta que su novio acababa de darle a ella, y si había cumplido su palabra.
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