EL HADA DEL VIOLÍN (MICRORRELATO)

Tengo de mi niñez un recuerdo muy especial, prodigioso. Una noche me despertó el dulce sonido de un violín. Salté de la cama y fui hasta el salón de nuestra casa, donde, en varias estanterías cargadas de polvo mi padre tenía un gran número de libros esotéricos y, sentada en un sillón frailuno descubrí que quien tocaba aquel bello y antiguo instrumento de cuerda era un hada.
Era la primera vez que mis maravillados ojos veían una de estas criaturas mágicas. Supe que era un hada porque tenía alas y era bellísima. Sus cabellos era como haces de sol ondulados igual que los puñales malayos. Sus ojos eran dos círculos de cielo con estrellas, su nariz un pellizco de aurora y su boca una amapola risueña. Cuando conseguir superar mi extraordinaria sorpresa le pregunté, galante:
—¿Qué haces aquí, bonita?
—¿No me has escuchado? —me respondió burlona.
—Te lo he preguntado porque nunca te había visto antes —le contesté muy formalito.
Ella dejo de darle al violín, me dirigió una mirada llena de curiosidad, seguramente por el pijama con lunitas que yo llevaba, comprado por mi madre en las rebajas de unos grandes almacenes, y se interesó por mí:
—Oye, ¿tú qué quieres ser de mayor, niño?
—Pues todavía no lo sé —le respondí indeciso.
—¿Quieres ser millonario quizás? Yo podría ayudarte. Conozco todos los números que serán premiados en la lotería, una semana antes de que se premien.
—No, no, si fuese rico viviría temiendo todo el tiempo a los ladrones.
—¿Quieres ser sabio?
—No, porque los tontos y los ignorantes, que forman una enorme multitud, me odiarían.
—Vaya, eres difícil de contentar. ¿Qué quieres ser entonces?
—Me gustaría ser feliz —le confesé con la mayor sinceridad.
—Eso es realmente difícil. Todo lo más que puedo hacer es darte un consejo. Intenta ser buena persona y, no todo el tiempo, pero de vez en cuando serás feliz.
Y aquí sigo haciendo caso de lo que me aconsejó el hada del violín.

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