RECUPERANDO RECUERDOS (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Troyano, mi perro, y yo llevábamos cinco años lejos del que había sido nuestro hogar, el cuál mis hermanos y yo habíamos vendido por motivos de herencia. Por cariño y nostalgia yo me habría quedado con aquella vieja casona, y el pequeño terreno que la rodeaba, pero con mis modestos ahorros no me fue posible. Nunca fui malgastador. Mi problema económico no lo motivaba el despilfarro, sino el que nunca he sido capaz de ganar lo suficiente para poder adquirir propiedades.
El hombre al que mis hermanos habían vendido la vivienda, cuando le pedí si me la permitía ver por última vez, se mostró comprensivo y me dijo:
—Dé usted una vuelta por ahí y, cuando se canse de ver los árboles que ustedes plantaron y los rústicos bancos de madera que fabricaron, vuelva aquí conmigo y nos tomaremos un vino.
Le agradecí la amabilidad, y Troyano y yo caminamos por aquel pedazo de tierra querida que a mí me fue despertando un alud de recuerdos.
Aparte de los bancos todavía estaba el columpio colgado de la rama de la vieja morera donde todos aprendimos a divertirnos con aquella creación del entrañable abuelo Tomás. Sentí ganas de columpiarme, pero el mal estado de las cuerdas me lo desaconsejó.
Estaba listo para regresar a la vivienda cuando descubrí a mi perro escarbando afanosamente en la tierra. Me quedé esperando el resultado de su febril trabajo. Y finalmente pude ver que había desenterrado un hueso guardado por él cinco años atrás. Y esbocé esa sonrisa tierna que hace de mi una buena persona y le dije:
—Vaya, también tú has recuperado algo importante de tu lejano pasado.
Y marchamos los dos para la casa, yo con mi añoranza húmeda en los ojos y él, agitando su rabo alegremente, con su hueso entre los dientes. Ni Troyano ni yo regresamos más al que había sido, durante tantos años, nuestro querido y entrañable hogar. No sé a él, pero a mí ver de nuevo lo que habíamos perdido y ver aquel amado escenario sin mis queridos padres moviéndose por allí, me causó un dolor muy hondo. Hay pérdidas de las que nunca nos recuperamos.

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