EL NIÑO QUE LLORABA Y EL ADULTO QUE FILOSOFABA (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Una mañana de domingo por un céntrico parque de la ciudad, un hombre que paseaba mostrando su cara una expresión de tristeza descubrió la presencia de un niño que sentado en un banco lloraba en silencio. Compadeciéndose inmediatamente de él se le acercó y, solicito, le hizo la pregunta que más adecuada le pareció:
—¿Por qué lloras, pequeño?
Los ojos empapados en llanto del niño lo miraron, e inspirándole confianza el hombre le respondió con otra pregunta:
—¿Es necesaria la tristeza, señor?
Dirigiéndole una mirada de lástima le respondió el adulto:
—La tristeza es necesaria, porque quién no conoce la tristeza no está capacitado para apreciar el inmenso valor que tiene la alegría.
—Yo prefiero la alegría, señor —manifestó con candidez el niño.
—Y yo también —coincidió el hombre—. Vamos a comernos un helado. Te invito yo.
Y mientras se lo comían, el niño dejó de llorar, y él y el hombre mostraron en sus caras sendas sonrisas. Habían cambiado, distrayéndola momentáneamente, la tristeza por la alegría.

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