LO QUE DE VERDAD LE OCURRIÓ A ISAAC NEWTON (MICRORRELATO)


LO QUE DE VERDAD LE OCURRIÓ A ISAAC NEWTON (RELATO)
(Copyright Andrés Fornells)
Isaac Newton, afamado físico y matemático británico, que gracias al fiel retrato que le hizo el pintor Godfrey Kneller todos sabemos que era dueño de una nariz alargada de buen oledor, ojos inteligentes de sabio, rostro pálido y mofletudo encuadrado en el centro de una ondulada cabellera que reposaba sobre sus condescendientes hombros, y que según he leído en alguna parte hablaba y pensaba en un inglés muy florido, tenía la saludable costumbre de acostarse a dormir la siesta debajo de un manzano.
A veces un pájaro travieso, posándose en una rama de ese árbol, excrementaba sobre él, y como el sabio dormía muy profundamente no se enteraba de esta tropelía hasta el momento de despertar y entonces, como sabía muy bien la procedencia de la porquería que ensuciaba su cara, maldecía, furioso:
—¡Me cago en todos los pájaros del mundo! ¡Cabrones! Con tantos sitios a los que podéis ir a cagar, lo habéis hecho encima mí.
Los animalitos alados que en aquel momento lo escuchaban, se reían burlonamente de él empleando la única manera que conocían, piando divertidos.
Otras veces, al dormido Newton le caía una manzana encima despertándole, entonces se la comía y continuaba su siesta interrumpida.
Pero un día, un amigo bromista le tiró encima de la cabeza un melón enorme y se ocultó, ahogando su risa para que no le oyera ni lo viese.
Newton contempló asombrado el enorme fruto, se tocó el chichón que comenzaba a aumentarle de tamaño como si fuera un suflé, levantó la vista y comprobó que seguía acostado debajo del mismo manzano de siempre y no debajo de una mata melonera, por lo que exclamó:
—Joer, esto debe tener su explicación, y yo voy a dar con ella antes de que se apague el sol.
Isaac Newton se puso a rumiar, a cavilar y a reflexionar con su cerebro entero sin guardarse parte alguna de él, sin emplearlo en ninguna otra cosa que pudiera distraerle, y, después de una exhaustiva semana de esfuerzo mental terminó descubriendo la ley de la gravedad. No os creáis nada diferente a lo que yo acabo de contaros. Cometerías un imperdonable error y una injusticia a mis reconocidos méritos de consumado investigador e historiador.

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