¿SABE USTED DE QUIÉN HABLO? (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Había nacido torpe para casi todo. Muy pocas cosas despertaban su interés, a excepción de una que le apasionaba hasta la locura y que era: pintar. ¡Pintar! Y a satisfacer esta desenfrenada pasión se dedicó en cuerpo y alma. Sólo cuando trataba de trasladar a un lienzo algo cuya belleza había fascinado sus ojos y embelesado su corazón se sentía bien, se sentía realizado, se sentía útil, sentía que su vida tenía razón de ser.
Pero como les ocurre a todos los artistas, él necesitaba ser reconocido. Necesitaba que la gente gozara con su arte, admirara su creación, sintiera su sublimidad, la embriagara la misma emoción que lo había embriagado a él.
Desgraciadamente para él nada de esto ocurría. La gente que los veía no encontraba mérito alguno a sus cuadros. Éstos les despertaban indiferencia, cuando no burla. Y con ello sembraban la tristeza, la rabia y la desesperación en la sensibilísima alma del pintor. La atormentaban, la destrozaban, la mataban.
Su hermano era el único que apreciaba su arte, el único que lo consideraba un genio, el único que escuchaba sus penas y trataba de consolarlo.
—Mis cuadros son buenos. Los comparo con los de otros de artistas que tienen enorme éxito y considero que los míos son mejores. Considero que sí tengo talento, un gran talento.
—No desesperes, querido hermano mío. Ciertamente posees un gran talento. Son los que te juzgan los que carecen de él. Los que no tienen ninguno. Ten paciencia. Algún día encontrarás gente que sabrá reconocer lo que valen tus pinturas, gente que reconocerá que eres un portentoso artista.
El pintor incomprendido, después de llevar una vida desdichada y ruinosa murió llevándose con él a la tumba la amargura de no haber sido comprendido ni valorado, como persona o como artista.
Algún tiempo después de su muerte, los buitres que se enriquecen con el talento de los demás ganaron fortunas gracias a su extraordinario talento, mientras él se pudría bajo tierra sin haber obtenido beneficio alguno. Y una vez más los mercaderes, los especuladores y la injusticia salieron triunfantes.