LA NIÑA DIJO AL NIÑO, Y EL NIÑO DIJO A LA NIÑA (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
El niño no era agraciado. Tenía los ojos pequeños, la boca grande y, a cada lado de su cara de pera, orejas de soplillo.
La niña era graciosa de cara y su familia le decía que era muy guapa y ella, mirándose con frecuencia al espejo, estaba convencida de que así era.
La niña vanidosa cuando veía por la calle al niño poco agraciado se burlaba de él diciéndole:
—¡Payaso, payaso, payaso!
El niño esbozaba una sonrisa triste y callaba. Hasta que un día su estado de ánimo no fue de tolerancia y volviéndose hacia la niña le respondió enfadado:
—¡Payasa, payasa, payasa!
La niña buscó a su madre y, llorando le dijo que el niño poco agraciado la había insultado. La madre de la niña le contó a la madre del niño que su hijo había insultado a su hija. La madre del niño le regañó:
—Nunca le digas a una niña lo mismo que ella te diga a ti. No está bien visto.
Y el niño entendió que a las niñas no se les podía decir lo mismo que las niñas decían a los niños. Y pretendiéndolo o no, su madre acababa de indicarle el camino de la hipocresía.