EL ABRAZO A LA ABUELA (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Los seres humanos no paramos de crear cosas y con estas creaciones, unas veces acertamos y, otras veces, como que no tanto. Hubo un tiempo en que los humanos nos comunicábamos por medio de tam-tams, señales de humo y hasta telepáticamente. Ahora tenemos infinidad de cacharros que nos permiten comunicarnos y, sin embargo, cada vez lo hacemos más desde la distancia.
Conozco el caso de una abuela y una nieta que viven en distintos pisos, pero en la misma calle y, la pequeña, en vez de ir a la vivienda de su abuela darle dos cálidos besos e interesarse sobre qué tal está, le envía un mensaje por WhatsApp que dice así: “Buenos días, abuela. Cuídate”. Y la abuela, cansada de que este mismo mensaje se repita todos los días, a menudo ni lo lee. Y se va a la panadería donde se queda un buen rato hablando con la gente, sintiendo su simpatía, su cercanía, su interés verdadero, y enlaza la mirada de sus ojos cansados y sabios con la mirada de los ojos de las personas que tiene muy próxima.
Veo a esta anciana de vez en cuando, pues no siempre puedo acercarme a la panadería. Cuando me encuentro con ella y con su mirada hambrienta de afecto, se endulza mi corazón, me acuerdo de mi abuela Vicenta a la que tanto quise y le digo:
—¿Cómo se encuentra usted hoy, señora Lucía?
—Aquí sigo, hijo. Porque Dios es muy bueno y me mantiene viva.
—¿Se siente usted hoy lo bastante fuerte para resistir un abrazo mío?
—Eso siempre, hijo.
Y le doy un abrazo que le hace a ella tanto bien como a mí.

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