ESCENA CONMOVEDORA (MICRORRELATO)

Un hombre se hallaba sentado en un banco del interior de un camposanto. A su alrededor, gente consternada, afligida, respetuosa, visitaba las tumbas de sus familiares muertos. Él ni los veía ni los escuchaba. Varias desdichas sufridas en un corto periodo de tiempo lo tenían al borde de la total desesperación. Sin ganas de continuar viviendo.
Junto a él, su hijo pequeño observaba, atribulado, el profundo pesar que mostraba el macilento rostro de su padre, y a punto de echase a llorar le preguntó con voz entrecortada:
—¿Qué te pasa, papá, que estás tan triste?
El hombre continuó mostrando pofundo abatimiento.
—Me pasa, que he perdido la ilusión por todo, hijo —respondió el adulto con un hilo de voz.
—¿Dónde has perdido la ilusión, papa? Dímelo y yo iré a buscártela —ofreció de inmediato, solícito, el chiquillo.
—La perdí en el pozo de la amargura.
—Papá, dime dónde está ese pozo y yo bajaré inmediatamente a recuperarla para ti.
La ternura, el ansia del niño en querer ayudarle sirvieron a aquel hombre hundido por tantas desgracias seguidas a levantar su debilitado ánimo y recobrar la obligación de seguir adelante.
—No tienes que ir a ninguna parte a buscar mi ilusón, hijo. La ilusión acabas tú de recuperarla para mí.
Padre e hijo se fundieron en un abrazo. El pequeño nunca sabría que acababa de salvarle la vida a su desesperado progenitor.
La gente que pasaba cerca de ellos se conmovía al verlos. A nadie, con buenos sentimientos deja indiferente una escena de genuino amor.