ESCUCHA, HIJO (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Querido hijo, mi mayor deseo sería poder librarte de todas las contrariedades, problemas y desventuras que surgirán en tu vida, lo cual me es imposible, pero intentaré ayudarte a buscar soluciones, a paliar sus dolorosos, destructivos efectos.
Yo no podré cambiar el presente ni el futuro que tu elijas, pero me tendrás a tu lado en todo lo que necesites de mí, en los aciertos y en las equivocaciones.
Yo no podré evitar que tropieces y caigas, pero si te ofreceré mi mano, mi ayuda, mi ternura, para que te levantes de nuevo y continúes hacia la ambiciosa meta que te hayas marcado.
Tus alegrías, tus triunfos, tus grandes logros, los disfrutaré como si también fuesen un poco míos y sentiré el gran orgullo de ser tu madre. Tu felicidad, será siempre la mía también, pues que seas feliz es mi mayor recompensa por haberte traído al mundo.
No juzgaré ni provocaré tu amargura en las decisiones erróneas que hayas tomado, pues lo que tú necesitarás en esas circunstancias adversas, será comprensión, afecto y apoyo.
Tampoco podré evitarte desengaños, sufrimientos y penas que te partan el corazón. Pero podre unir mis lágrimas a las tuyas y ayudarte a recoger esos pedazos rotos de tu corazón y ayudarte a armarlos de nuevo.
Nunca te reprocharé quien podrías ser y no eres, por equivocaciones tuyas o por desoír mis prudentes consejos. Te aceptaré siempre como eres porque la mejor demostración de amor de una madre con un hijo es quererle con toda su alma y apoyarle hasta el último día de su vida.
Así que ya lo sabes, el cordón umbilical con el que te alimente cuando te llevaba en mi amoroso vientre, jamás se soltará por mi parte. ¡Qué Dios te bendiga siempre, hijo mío!