UN SOÑADOR EN APUROS (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Paulino Papas solía tener sueños que él consideraba muy bonitos. Los más bonitos acostumbraba tenerlos cuando Mercedes Morales, su esposa, pasaba los sábados en compañía de su mamá, que se sentía muy sola desde que enviudó ocho años atrás. La mamá de Mercedes vivía en un cercano pueblito de montaña famoso por sus cabras, y por los excelentes quesos que con su leche fabricaban. El sábado por la mañana, temprano, Mercedes regresaba a su hogar con uno de aquellos exquisitos quesos que disfrutaba con su soñador consorte acompañándolo de pan tierno y vino tinto del bueno, del que pisan pinreles rústicos.
Un sábado por la noche, en ausencia de su cónyuge, Paulino Papas tuvo uno de sus más apasionantes y extraordinarios sueños. En este sueño, él era un sagaz, guapo y valiente detective que, enfrentándose a tiros con una banda de criminales, a los que ponía en fuga y lograba liberar a la hermosa muchacha que aquéllos tenían secuestrada. La muchacha, agradecida por la heroica acción de Paulino, empezó a besarlo con tanto entusiasmo que él olvidó la promesa realizada en el altar de serle fiel a su esposa, y no solo devolvió los besos, sino que recorrió el camino entero que conduce a un hombre casado hasta la pecadora infidelidad.
La primera prueba de que su sueño se había convertido en realidad la tuvo Paulino Papas cuando recibió en plena frente un queso, lanzando con tanta furia que lo dejó inconsciente. La lanzadora del mismo, Mercedes Morales, cogió a continuación su escoba de palmitos y a escobazo limpio echó a la calle a la joven rescatada sin demostrar la más mínima lástima de su temblorosa desnudez.
Cuando Paulino Papas recobró el conocimiento, por los muchos insultos y bofetadas que le arreo su indignadísima esposa, pudo darle más explicaciones sobre la joven que ocupaba su puesto en la cama, asegurándole que él la había encontrado en un sueño que había tenido.
Después del enorme chichón causado por el impacto del queso, y la paliza recibida, Paulino Papas, los sábados por la noche que su mujer se hallaba acompañando a su mamá, temiendo por su integridad física, se los pasaba en vela.
Esta es una de esas historias que, la gente poco crédula, llama increíbles.

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