ELLA, SU PERRO Y ÉL (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Almudena Ramos tenía un perro pequinés, más feo que un demonio decían muchos a espaldas de ella. A espaldas de ella porque Almudena quería al can con delirio y le reía las gracias hasta partirse por la mitad. Las gracias del perro (al que ella había puesto el totalmente inmerecido nombre de Adonis), eran regar ruedas de coches aparcados delante de la casita adosada de su dueña, y los zapatos de los caballeros que atraídos por los voluptuosos encantos de Almudena se le acercaban con intenciones de conquistarla.
A Roberto Aledaños le gustaba Almudena muchísimo, pero experimentaba profundo odio a los canes desde el día que, celebrando él su primera comunión uno de estos animales con dientes de cocodrilo le hizo un siete en el trasero de su trajecito de almirante, y un ocho en sus nalgas que le significaron varios días sin poder sentarse y obligado a dormir boca abajo.
Almudena y Roberto, cuando se veían por la calle se miraban con ojos encendidos de pasión y se mordían el labio inferior, demostración preclara de que rugía una atracción incendiaria entre ambos.
Un día Roberto se detuvo delante de Almudena y con voz y expresión altamente apasionada le confesó que moría de amor por ella. Para inmensa alegría suya, Almudena respondió que le correspondía, en igual o mayor medida.
—Preciosa, cada vez que te veo, los ojos me hacen chiribitas, se me aflojan las canicas y me bombardea el corazón.
—Guapísimo, pues a mí me ocurre otro tanto, y, además, se me ponen los labios golosos.
Pero ocurrió que mientras ambos se confesaban sus sentimientos, Adonis levantó su pata izquierda y le dejó al galán dos rúbricas chorreadas, una en los zapatos y, la otra, en los bajos de sus pantalones. Indignado por estas agresiones miccionas, Alberto le dijo a Almudena, en plan a ultimátum:
—El ordinario de tu perro no lo quiero en nuestra relación.
—Para que el tren de nuestro amor llegue a buena estación, Adonis tendrá que venirse a vivir con nosotros —con máxima contundencia ella.
—Eso nunca. Antes la muerte —se precipitó él.
—Pues si no quieres tenernos a los dos, no nos tendrás a ninguno —demostrando ella una voluntad de hierro.
En la actualidad Almudena y Roberto comparten cama con Adonis que se acuesta en medio de ambos. Cada vez que ellos dos quieren estar juntos, tienen que tirarle un hueso muy grande y tienen de intimidad la media hora que tarda el can en roerlo por completo.

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