SOLO FUE UN BESO (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Copyright Andrés Fornells)
Jamás sabrás, Eloísa, lo que me hiciste aquella noche en la oscuridad del portal de tu casa, cuya farola más cercana dejé ciega de una certera pedrada. Yo apenas comenzaba a intuir los misterios, la magia del amor, todavía más presentidos que experimentados por mí. Tú ya habías saboreado muchos besos antes del mío. Tenías novio. El beso mío era primerizo, pero qué fuego llevaba, qué ilusión, que apasionamiento, qué entrega. Las gloriosas sensaciones que me produjo ese beso aún perduran en mí. Supongo que te divirtió coquetear conmigo, embelesar mi cándida inexperiencia.
Volaron los años, el polvo del tiempo cubre de olvido nuestra memoria, se olvidan innumerables acontecimientos hermosos, únicos. Nos crece la cizaña de las frustraciones, las penas y las desdichas. Pero, Eloísa, ese beso que nos dimos en una oscuridad cómplice, ha logrado el milagro de pervivir conmigo igual que la eternidad.
Daría los tesoros que no tengo por saber si tú lo has recordado alguna vez y has sentido la misma añoranza dolorosa que sigo sintiendo yo. “Solo fue un beso, un simple beso”, dirán los insensibles, los inconmovibles, los prosaicos, que nunca han puesto su alma en una caricia.
Cuando pasabas por la calle, cogida de la mano de tu novio, me mirabas de reojo y en tu boca de grana y miel aparecía una levísima curvatura comparable a la de la Gioconda que cada cual puede interpretar como le viene en gana.
Yo era demasiado joven para ti me dijiste al declararte yo, impulsivo y precoz, el exaltado amor que me inspirabas. Fuiste buena samaritana al no decir que te era imposible amarme, porque yo te era indiferente.
Eloísa al escribir estas cortas líneas me anima la remota, ilusa esperanza de que tú las leas y, porque sigo creyendo en los milagros, recuerdes que una noche, en la oscuridad del portal de tu casa nos dimos un beso, y en ese beso yo te entregué mi alma entera.

Read more