ENCONTRÓ EL MOMENTO MÁS FELIZ DE SU VIDA (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Anita Ventana era una mujer que había ido adquiriendo, con el paso de los años, el perjudicial síndrome de la insatisfacción. Igual se quejaba de los pequeños inconvenientes que le surgían, que de las ventajas que encontraba, porque éstas no eran tan importantes como ella las quería.
En cierta ocasión, una mujer con la que mantenía una relativa amistad, mientras ambas tomaban café en un bar, le habló de una maga que ella había visitado tiempo atrás y que, actualmente había sido noticia de última hora, en los medios de comunicación, por haber visionado esta pitonisa el lugar donde un secuestrador tenía preso al hijo de un popular ministro, haberlo comunicado a la policía y conseguido con esa información atraparan al delincuente y liberaran al pequeño:
—Es una vidente extraordinaria. A mí me descubrió el lugar donde mi marido había escondido dinero, y que yo nunca habría encontrado, pues mi marido murió inesperadamente de un infarto estando solo en casa.
Anita Ventana no contaba, entre sus fantasías, la credulidad; pero por probar pidió, a través del teléfono, cita con la maga. No se la dieron hasta casi dos meses más tarde debido a lo muy solicitada que aquella notable mujer estaba.
Cuando por fin fue recibida en la praxis de la adivina, una habitación pintada de color morado y con gran cantidad de signos esotéricos en sus paredes, aquella, sentada tras una artística mesa de caoba, la estuvo observando durante unos momentos y finalmente le preguntó:
—¿Qué quieres que haga por ti, mujer de los ojos descontentos?
Impresionada muy a su pesar por aquella mujer de rostro cadavérico y ojos penetrantes como estiletes, toda vestida de negro y con la asombrosa originalidad de llevar, por pendientes, dos escorpiones prendidos en sus orejas, expuso:
—Estoy aquí porque quisiera regresar al momento más feliz de mi vida. ¿Puede usted hacerme eso?
—¿Puede darme la dirección de sus padres? —respondió la vidente sin inmutarse.
Aunque le pareció extraña esta petición, Anita se la escribió en un papel.
—Bien. Te complaceré enseguida —dijo la maga. Sacó del cajón de su mesa una varita mágica, la colocó sobre la cabeza de Anita Ventana y pidió con voz solemne:
—Honorables espíritus de la recuperación del pasado, complaced a esta persona llamada Juanita Ventana en el mayor de todos sus deseos.
Inmediatamente se produjo una multicolor explosión. Terminada la misma, Juanita Ventana sufrió una extraordinaria transformación. La vidente llamó al teléfono que su consultante le había procurado, y cuando le contestó la madre de Juanita Ventana le dijo:
—Señora Ventana, venga a mi consulta a recoger un bebé que le pertenece.
Una carcajada de cría feliz llenó la estancia.

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