ELLA ESTABA SENTADA EN UN BANCO DEL PARQUE (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

(Copyright Andrés Fornells)
Elena tenía muchos pretendientes, muchos admiradores, una legión de chicos ansiaban salir con ella. De los más atrevidos, Elena escuchaba sus proposiciones. Algunas de estas proposiciones eran ingeniosas, interesantes, incluso tentadoras. Pero ella los miraba a los ojos, no veía en ellos lo que esperaba ver y les respondía:
—Muchas gracias, eres muy amable, pero no me apetece salir contigo. Perdona.
Muchos de ellos reaccionaban de un modo desagradable e incluso se atrevían a insultarla.
Un día festivo, paseando por el parque sola, con un libro de poemas en su mano, Elena, cansado de caminar entre la multitud de paseantes que, debido a la espléndida climatología que hacía habían acudido allí masivamente aquella mañana, cansada de recibir todo tipo de miradas, y algún que otro requiebro falto de originalidad y delicadeza, buscó un banco vacío en el que poder sentarse y leer durante un rato el libro que llevaba. Vio un banco desocupado, tomó asiento en él, abrió el libro y se sumergió en su lectura.
Notó que alguien tomaba asiento a su lado. No experimentó curiosidad alguna y lo ignoró. Si era hombre, sumaría un pesado más que intentaría conquistarla, y si era mujer posiblemente trataría de entablar con ella una charla insulsa.
Trascurrió un rato largo. La persona que tenía al lado, Elena se dio cuenta de que giraba el cuello de vez en cuando como si tratase de leer lo mismo que ella, por encima de su hombro. Pero procuró ignorarle. Los poemas que entraban por sus ojos le llegaban hasta lo más hondo de su alma sensible, ávida de belleza espiritual.
Finalmente volvió el rostro hacia la persona que compartía con ella la mitad del viejo banco de madera. Se trataba de un hombre joven, de mirada limpia y soñadora. Elena leyó en sus ojos los mismos versos que acababa de leer en el poemario.
Le sonrió como jamás le había sonreído a nadie y dijo convencida:
—Te estaba esperando.
—También yo a ti.
Elena colocó el libro en mitad de los dos. Y comenzó a leer mientras él recitaba, de memoria, los poemas allí escritos.

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