AUNQUE YO LO MERECÍA, ELLA NO ME ABOFETEÓ (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Copyright Andrés Fornells)
Miguelito era un ser excepcional; sensible, emotivo y generoso en extremo. Compartía con nosotros, sus amigos, todo cuanto poseía. Era la bondad personificada. Y, bromeando, le apodábamos el Santo.
Miguelito tuvo la desafortunada debilidad de enamorarse de Laura, una chica provocadora, descarada y promiscua. Miguelito escribía bellos poemas y se los enviaba a Laura. Laura no estaba obligada a corresponderle, pero tampoco tenía porque burlarse de él y ridiculizarle diciendo:
—Ese tonto, flaco y enfermizo, me escribe poesías que dicen muere de amor por mí.
Miguelito nunca había gozado de una gran salud. Pero después de enamorarse de Laura y escarnecerle ella, nuestro amigo empezó a marchitarse como una flor falta de alimento.
Ningún médico supo decir qué enfermedad lo fue consumiendo hasta terminar con su vida. Los más íntimos de Miguelito estuvimos convencidos de que había muerto de amor, de tristeza y de desesperación, porque Laura se entregaba a cualquiera mientras se burlaba despiadadamente de él que la amaba con toda su alma y le habría colmado de felicidad una simple palabra amable por parte de ella.
Por eso un día que me la encontré de frente, furioso con ella, la miré con enorme desprecio y, le grite en la cara, que era una perdida y no tenía corazón.
Laura en vez de abofetearme como habría hecho cualquier chica que se creyese ofendida, se cubrió el rostro con ambas manos y rompió a llorar.
Reconociendo que su dolor era auténtico, me compadecí de ella y añadí creyendo podría procurarle algún consuelo:
—Miguelito nunca habló mal de ti.

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