QUERÍA AVERIGUAR EL MISTERIO DE LA VIDA (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

(Copyright Andrés Fornells)
Marcelino había sido un niño normal hasta que en el colegió le enseñaron a leer, pues a partir de haber adquirido este conocimiento todo su interés lo centró en los libros. Los leía a todas horas y en cualquier parte. Sus padres y educadores llegaron a considerarlo una obsesión perjudicial para su salud y le escondían todos los libros que llegaban a su poder. Para poder continuar leyendo, en cuanto podía, aquel niño insaciable lector se metía en la Biblioteca Municipal y devoraba un par de libros diarios.
La bibliotecaria, señora Asunción Perales, comentaba llena de asombro:
—Es un niño al que nunca puedes arrancarle una sola palabra que no sea: Hola y Adiós. Al ritmo que va, antes de transcurridos diez años se habrá leído todas las obras que contiene nuestra humilde biblioteca.
Y no se equivocó en su juicio. Cuando Marcelino alcanzó la edad de quince años leyó el último libro existente en la biblioteca y dijo dando muestras de una profunda decepción:
—No voy a leer ni un solo libro más. No he conseguido, con tanta lectura, desentrañar el extraordinario misterio que encierra la vida.
Y para asombro de cuantos le conocían, aquel, hasta entonces insaciable lector, no volvió a leer un solo libro más. Pero lo que ya llevó al paroxismo del asombro a todo el mundo que le conocía fue el prodigio de haber creado él solito, en el sótano de su casa una nave espacial con la que salió volando y se perdió en el cielo.
Los más fantasiosos y optimistas aventuraron que, finalmente Marcelino se había salido con la suya, había conseguido descubrir el misterio de la vida, y se lo había guardado para él, cometiendo con ello la imperdonable crueldad de que los demás seres humanos no pudiesen disfrutar de ese extraordinario descubrimiento suyo.
Un científico amigo me ha asegurado que el misterio de la vida se descubrió hace millones de años, cuando se unieron los órganos sexuales de un macho y de una hembra.

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