AGAPITO VELONES PUSO CONDICIONES PARA VIAJAR AL "PARAÍSO" (MICRORRELATO)


(Copyright Andrés Fornells)
De Agapito Velones decía su amorosa mamá, que él era persona tan inocente que, hasta cumplidos los veinticinco años vivió creyendo que los Reyes Magos venían desde Oriente a traer juguetes a los niños, y en que la luna era un queso que un gigante había lanzado tan alto, tan alto, que aun tardaría muchos siglos en caerse del cielo.
La descarada Araceli Trigueros, creyendo de Agapito que todo lo anterior era cierto, le propuso un día:
—Oye, Agapito, ¿quieres tú que yo te lleve al Paraíso por 1000 pesos?
—Bueno, llévame al Paraíso y, cuando estemos allí, veré si te pago o no.
Araceli Trigueros envió a Agapito Velones a la mierda apestosa, con permiso para quedarse allí por los siglos de los siglos y no regresar jamás.
Araceli Trigueros estuvo asegurando, a todo el que quiso escucharla, que Agapito Velones era un falso inocente, pues sabía más que los ratones colorados, y más también que el sabio Rasputín, que convertía en relojes de pulsera las herraduras viejas de los burros.
Agapito Velones, a partir del momento que perdió la inocencia, inventó el pan y las patatas que adelgazaban y reconoció que se había hecho rico siguiendo los consejos que le daba su buen amigo el demonio.
Después de este reconocimiento suyo, Agapito perdió la mitad de sus clientes que aun vivían temerosos de Dios, y tuvo que rectificar de inmediato diciendo que el demonio era un típo muy malo con el que ni tan siquiera se saludaba.
Agapito Velones se había convertido ya en un hombre de negocios sin principios, pero con fines muy firmes: hacerse más rico cada día.
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