EL PLACER DE PERDER (MICRORRELATO)

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Un padre enseñó a su hijo a jugar a las cartas.
Era un entretenimiento que gustaba mucho al niño.
Le significaba un contacto directo con el autor de sus días. Tocar sus manos, penetrar en el amor de su mirada, escuchar el cariñoso tono de su voz al hablarle.
El padre, frecuentemente, le dejaba ganar 
por el inmenso placer que el chiquillo experimentaba con su victoria.  
Era un buen padre dispuesto a sacrificar su triunfo
con tal de que fuese, durante unos momentos, feliz su hijo.

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