CONSEGUÍ A LUPITA GRACIAS A LA ENORME FORTUNA QUE POSEO (MICRORRELATO)

LUPITA

 

 

 

 

 

 

 

 

(Reflexiones de un cínico integral)
Tuve muy claro, en el momento mismo en que puso mis ojos (siempre ávidos de obtener lo mejor que ven) en la extraordinaria belleza de Lupita, que conseguiría su amor me costase, lo que costase. Tuve que empezar sobornando a sus padres con una muy importante cantidad de dinero. Luego vino su hermano al que tuve que regalarle una de mis más prósperas industrias. A sus abuelos tuve que regalarles una mansión con media docena entre sirvientes y especialistas en geriatría. Y finalmente pude casarme con Lupita después de regalarle media docena de tarjetas de crédito platino para que ella se divirtiese adquiriendo con ellas cuanto le viniese en gana, capricho y deseo.
Pero ha merecido la pena, toda su parentela dice que siente por mí un cariño y un reconocimiento inmensos y Lupita asegura, una vez por semana (que es el máximo de tiempo en que consiente ser mía), que me quiere como jamás podría querer a un pobretón. Y yo me siento feliz porque la inmensa fortuna que he logrado almacenar a lo largo de mi corrupta y explotadora existencia ha servido para comprarme la felicidad a la que puede aspirar cualquier consumista de superlujo.
—Sí señores, ¡cuántos mercachifles desearían encontrarse en mi lugar! Sin duda alguna, todos aquellos a los que arruiné en provecho propio. Algunos dicen que el odio y el amor son igual de fuertes. Quizás sea así, pero la enorme diferencia entre ellos dos estriba en que el amor uno puede comprarlo, mientras que el odio lo adquiere gratis. Lo siento por los que quisieran obtener algo a cambio de odiarme. Tienen que fastidiarse. ¡Je, je, je! No consiguen de mí ni un céntimo.

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