SUEÑOS (MICRORRELATO)

SUEÑOS
Después de haber tenido un sueño extraordinariamente erótico con un hombre tan hermoso como el David de Miguel Ángel, Cándida Morfeo despertó, lo buscó afanosa entre las sábanas y se llevó un tremendo disgusto porque él se había escapado, a algún lugar, sin ella.
Volvió a dormirse, esperanzada, quizás diera de nuevo con él. Pero los sueños no son de fiar. El próximo sueño que Cándida tuvo fue de lo más irritante. Estaba ella en una granja, tenía media docena de gallinas a las que cuidaba con admirable esmero y, las muy puñeteras le ponían huevos de madera que ya no sirven para nada desde que se inventaron los calcetines irrompibles de lana, nilón y, últimamente, de dineema, que es 50 veces más resistente que el acero.
A su mejor amiga, Cándida le aconsejó:
—Virtudes, cuando tengas un sueño realmente hermoso, no despiertes, quédate en él. Yo lo voy a hacer en el próximo sueño hermoso que tenga.
Su amiga asintió con la cabeza. Ella había tenido una frustrante experiencia parecida a la de Cándida.

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