¿LO SUYO ERA ÚNICAMENTE SEXO? (MICRORRELATO)

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¿LO SUYO ERA ÚNICAMENTE SEXO?

        Lucía estaba dispuesta (sí, esta vez firmemente dispuesta) a terminar su relación con Alejandro. Alejandro la usaba. Alejandro abusaba del amor que ella le tenía. Alejandro nunca dejaría a su mujer para ser exclusivamente de ella. “Me tiene engañada desde hace más de un año con falsas promesas, promesas que yo estoy convencida, completamente convencida que jamás cumplirá, que jamás dejará a su mujer porque para él es muy cómodo tener a dos mujeres a las que poder gozar sexualmente. Y yo estoy harta de ser segundo plato para él. En cuanto llegué le digo que hemos terminado, y adiós”.

        Lucía escucha la llave que acababa de abrir la cerradura de la puerta de la calle. Cierra los puños, inspira hondo, se muerde nerviosamente los labios. Ha llegado el momento para el que se ha estado preparando durante todo el día. Se levanta del sofá y va a su encuentro. Se enfrenta a su sonrisa seductora, feliz. Va a abrir la boca. Él se la cierra con un beso ardiente, arrollador. Sus manos se cierran en la espalda de ella y la aprietan fuerte y tiernamente contra él. Lucía aspira con maldita fruición el perfume varonil que emana del cuerpo esbelto, musculado de su amante. La boca masculina la aturde, la incendia, la debilita. Su mente borra el discurso que tan detenidamente había preparado durante horas. Un calor abrasante satura ya su cuerpo entero. No piensa más. No puede pensar. Sólo puede responder con besos desesperados a los besos devastadores, abrasantes que recibe. Y jadea y gime de puro placer cuando su amante recorre sus zonas erógenas con manos expertas, hambrientas, irresistibles. Y en vez de ofrecer resistencia cuando él la coge por las corvas y la espalda y levantándola del suelo se la lleva hacia el dormitorio, suplica:

        —¡Sí, sí, mi amor, sí! ¡Hazme tuya! ¡Te pertenezco! ¡Te necesito! ¡Te quiero!

         Alejandro la deposita casi violentamente en lo alto del lecho. Y empiezan ambos, con urgencia, con furia, con loca pasión, a desnudarse el uno al otro. Si Lucía no hubiera perdido ya la capacidad de razonar, podría decirse, reconocer derrotada: “Imposible para mí separarme de él, como no sea muerta.”

 

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