DISCREPANCIA (Microrrelato)

beso 8

DISCREPANCIA

         Tomasito Lunallena era un joven, a partes iguales juicioso y timorato. Se había enamorado perdidamente de Lucía Arriate y ella le correspondía. En los placeres de cama les iba a ambos de maravilla. Pero discrepaban absolutamente en un deseo ineluctable por parte de ella. Lucía Arriate quería que ellos dos se casaran por la iglesia (como Dios manda apuntillaba ella aunque llevaba lo de la religión con bastante descuido), celebrar un banquete por todo lo alto con un gran número de invitados y, como le gustaban muchísimo los niños tener como mínimo tres de ellos y, si lo encontraban asumible, quizás alguno más.

         Tomasito se opuso siempre a estos planes suyos, categórico, radical, firme, inflexible. Y en una discusión que tuvieron por este desacuerdo, más violenta e irreconciliable que las anteriores, él decidió que su relación terminaba allí, que ella se buscara a otro que se sometiera a sus propósitos que calificó de demenciales.

         Tomasito se mantuvo lejos de Lucía aunque sufriendo más que Sísifo (el castigado a empujar una enorme piedra cuesta arriba por una ladera empinada y antes de alcanzar la cima de la colina la piedra resbalaba hacia abajo y tenía que empezar de nuevo desde el principio). Y llegó a un punto en que sólo necesitaba un ligerísimo empujoncito para regresar junto a Lucía. Y el empujoncito le llegó por medio de una llamada telefónica de ella, que le dijo con voz apasionada, suplicante, irresistible:

—Vuelve conmigo, cariño. Vuelve conmigo que nos quedan todavía miles de locuras por cometer. Mi cama llora de tristeza sin ti.

 

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