A UNA DIOSA (Microrrelato)
A UNA DIOSA
Eres tan inalcanzable para mí,
que me conformo con que me recuerdes
al quitarte cada noche los zapatos,
por aquella vez que te descalzaste,
di un masaje a tus pies cansados
A UNA DIOSA
Eres tan inalcanzable para mí,
que me conformo con que me recuerdes
al quitarte cada noche los zapatos,
por aquella vez que te descalzaste,
di un masaje a tus pies cansados
El tipo duro le echó una última mirada a la foto que tenía del individuo que estaba esperando, la devolvió a la guantera de su automóvil que, con el aire acondicionado en marcha lo preservaba de la asfixiante temperatura con que castigaba el mes de agosto a quienes no disfrutaban
A Anselmo Conejo los jueves le habían traído desde hacía algún tiempo muy mala suerte. Un jueves había conocido a Felipa Lechuga y se había enamorado de ella hasta las trancas. Felipa era bonita de cara, poseía un cuerpo bien provisto de los encantos que ponen chiribitas en los ojos
He podido averiguar que en la Grecia clásica, para saber si una mujer era estéril o no, se le colocaba un ajo en la vagina, ella misma o alguien de su total confianza, y, si al día siguiente la boca le olía a ajo, esta mujer se consideraba que era
Había un joven llamado Pedro Rasca que vivía en compañía de un gato llamado Bizcochito. Humano y felino se llevaban muy bien. No eran felices podía verse en sus ojos faltos del brillo de la alegría. Les faltaba algo muy importante en su vida y, de momento, no sabían cómo