¿ES LA FEALDAD UN CONCEPTO INAMOVIBLE? (Microrrelato)

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¿ES LA FEALDAD UN CONCEPTO INAMOVIBLE? 

Margarito Pato había nacido además de feo sin ningún adorno personal. Hasta tal punto era así que, su madre, cuando le mencionaban la carencia de atractivo de su hijo, en lugar de defenderle se echaba a llorar sintiéndose muy desdichada. Desdicha que repercutió en su salud y recién cumplidos los cuarenta y dos años la buena mujer pasó de sufrir por el futuro de su hijo a preocuparse por el suyo propio que podía ser entrar en el cielo o ir a otras dependencias de la eternidad mucho menos deseables.

Margarito Pato había conseguido un trabajo que no todo el mundo desea: el de empleado en un camión de la basura al que su jefe mantenía en el turno de noche para que no asustar a los niños que pudieran verle por la calle.

Cuando este joven nulamente agraciado llegó a la edad de veinticinco años lo celebró con tarta y champan acompañado de su único amigo, un ciego que, por no poder verle la cara, le resultaba posible darle amistad y tenerle cariño.

Una mañana, a las once, cuando Margarito Pato todavía estaba durmiendo pues cumpliendo su horario habitual se había acostado de madrugaba, le despertó el timbre de la puerta del apartamentito de alquiler antiguo que habitaba. En calzoncillos, que era como solía acostarse, pues su mísero sueldo no llegaba para comprar pijamas, se acercó a ver quién llamaba, se encontró con un joven elegantemente vestido que tras echarle una mirada desdeñosa le entregó una carta de parte del director del bufete de abogados que le tenía empleado.

—El señor Augusto Justiniano, mi superior, le ruega que en cuanto haya leído el contenido de esta carta tenga la amabilidad de llamarle al número de teléfono que le ha puesta en la misma —le anunció entregándole un sobre.

En esa carta, el abogado jefe anunciaba a Margarito Pato que había muerto el hermano de su madre que había emigrado a América el cual había muerto sin más pariente cercano que él y le había dejado una fortuna de treinta millones de dólares.

A partir de esta riqueza inesperada, Margarito Pato descubrió que de pronto todo el mundo lo encontraba bello, inteligente, encantador y digno de ser amado. Y tuvo que reconocer que los milagros existían. ¡Los milagros de la riqueza! 

 

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