UNA PALOMA CAGONA


UNA PALOMA CAGONA

Esta vez no erraré el tiro, me dije cabreado. Subí a la azotea. En mis manos la escopeta y en mí ánimo el propósito de matar a la paloma que suele llenarme de excrementos la ropa puesta a secar. La pillé infraganti. La estaba apuntando cuando apareció una morenaza imponente que me preguntó:

-¿Estás apuntando a mi paloma?

-No, voy a dispararle a esas nubes del cielo -señalé-. Los chinos consiguen, por este método, que llueva.

-Me encantan los frikis como tú -aseguró.

Solté la escopeta y sonriendo seductoramente me fui para ella, que mostraba una sonrisa igualita a la mía.

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